08 enero 2009
Cicatrizando
Hace poco hablaba con un par de amigos de lo mucho que me cuesta prestar atención a grupos que presiento "pasajeros". Si no hay un flechazo inicial (que ahí, pierdo la cabeza inevitablemente) lo normal es que deje pasar un tiempo, y revisar, quizá, más tarde. Porque no puedo entregar mi corazoncito de fan a un grupete cualquiera para que me deje tirada al año siguiente. Esto, a lo mejor no tiene ni pies ni cabeza, pero es así.
Luego está lo que podríamos llamar el Reverso Luminoso del Repelús; cosas que me produjeron un rechazo total de entrada, y que han acabado volviéndome loca. Pues bien, algo así fue lo que a mí me ocurrió con La Costa Brava. No entendí Hazte camarera la primera vez que la escuché en Diario Pop, y su versión de Race for the prize me parecía un sacrilegio, por mucho que me gustasen El niño gusano. Sin embargo, había algo, una especie de zumbido muy lejano, que resulta molesto pero que no puedes dejar de buscar de dónde cojones sale, aunque solo sea para pararlo.
El zumbido venía de Sergio Algora y Fran Fernández. Algo en su actitud me despistaba.
Fue después de coincidir con ellos en un concierto en Mallorca y ver cómo se tomaban las cosas. Ver que se lo pasaban bien; un poco desastres quizá, a pesar de toda su experiencia. Me parecieron muy teenagers, y sus canciones cobraron sentido para mí, sólo entonces, al verles allí tocándolas. Tomamos unas copas con Fran. Hablé con Dani de su proyecto en solitario. Sergio nos enseñó la cicatriz del pecho. Fuimos dando tumbos hasta el hotel.
Al volver a casa tuve que "revisar"; quitarle el precinto a los ep's de La Costa Brava que tenía por ahí, y comprarme "Llamadas perdidas". Me hice fan.
Cada vez que me hago fan de alguien tengo que entrevistarle. Fran contestó a mis preguntas y nos hicimos amigos. Me plantaba en sus conciertos, berreaba sus canciones y me imaginaba de corista (acabo de darme cuenta de que imaginarme de corista es la prueba irrefutable de que adoro a un grupo). Les dejaba mensajitos de amor en las puertas de los baños de locales por los que luego ellos pasarían. Y aunque últimamente se me había pasado un poco el pavo, porque las canciones que escuché del último disco no llegaron a entusiasmarme, siempre estaba deseando que tocasen para verles y pasármelo en grande cantando a grito pelao.
El día que murió Sergio yo estaba de cañas por ahí. Mi amigo David, del bar Torgal, en Orense, me mandó un sms que decía "hoy es un día muy triste para la música". Preferí ignorarlo y pedirme otra. Cuando volví a casa y me enteré de lo que había pasado comprendí el mensaje. Me tumbó.
En todo este tiempo no he podido, ni puedo (ni quiero) ahora, escribir sobre Sergio Algora; del camerino donde le conocí con El niño gusano, o la última conversación que tuve con él en Madrid. Pero dado que he sido fan militante de La Costa Brava, sentía que debía escribir algo al respecto. Tenía que sacarme este post de encima, porque llevo dándole vueltas desde hace medio año, y bueno, compartir al menos como admiradora, la rabia que me da saber que no asistiré a más conciertos de uno de mis grupos favoritos.
Que quedan los discos, eso ya lo sé. Pero es que para mí, escuchar el disco de un grupo que me pirra es simplemente un modo de calmar mi ansiedad, de aplacar el mono de volver a verlo en directo; un "ir tirando" hasta que pueda estar en un concierto suyo otra vez. Así enfocado, si sabes que no habrá próxima vez, el sedante ya no seda, mas bien jode.
Estaba en un bar el mes pasado, y ponían canciones de La Costa Brava una y otra vez. El chico que pinchaba era otro fan que sabía que yo era fan porque se hizo una foto conmigo en un concierto de La Costa Brava en el Neu! - ese fue el último concierto suyo que vi, y la última vez que hablé con Sergio.
Recibí la foto en un correo hace unos días. Me hizo recordar cosas bonitas.
David organizó un homenaje en el Torgal hace unas semanas...
En fin, que ya era hora de que yo también diera las gracias a La costa Brava, por los buenos ratos, y por todo lo que me enseñaron.
Gracias. Y hasta siempre.